El precio de la carne de res en México ha aumentado considerablemente durante el último año, afectando el consumo en muchas familias mexicanas. Según datos oficiales, el kilo de carne de res al menudeo alcanzó un promedio de 185 pesos a inicios de abril, lo que representa un encarecimiento del 12.85 por ciento en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Este incremento también se refleja en el mercado mayorista. Durante la primera quincena de abril, el precio promedio por kilo se ubicó en 124.61 pesos, frente a los 95.91 pesos registrados un año antes. Esto equivale a un aumento del 29.92 por ciento, de acuerdo con cifras del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).
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Factores detrás del encarecimiento
Especialistas en temas agroalimentarios señalan que esta situación se debe a varios factores. Uno de los principales es la reducción en la producción ganadera nacional, resultado de condiciones climáticas adversas que han afectado a diversos estados productores.
Además, la sequía que enfrenta Estados Unidos también ha limitado la oferta internacional, lo que impacta directamente en los precios del mercado mexicano. A ello se suma la incertidumbre comercial vinculada a las políticas del expresidente estadounidense Donald Trump, que han generado mayor volatilidad en el intercambio de productos agropecuarios entre ambos países.
Estos factores combinados han creado un entorno en el que el acceso a la carne de res se vuelve cada vez más complicado para amplios sectores de la población.

Caída en el consumo
Como consecuencia del encarecimiento, el consumo per cápita de carne de res ha disminuido. Actualmente, se calcula en 15.5 kilos por persona al año, una baja de medio kilo frente a los 16 kilos registrados en 2024. Esto representa una reducción cercana al tres por ciento.
Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), explicó que históricamente la carne de res ha sido la proteína más costosa frente al pollo y al cerdo. Sin embargo, señaló que en el contexto actual, su precio es aún más elevado debido a la dependencia del mercado internacional.
“El consumo está cayendo, y son los hogares con mayores ingresos los que pueden seguir comprando carne de res”, afirmó Anaya. Para las familias con menor poder adquisitivo, las alternativas como el pollo, el cerdo o las legumbres se están volviendo más comunes en su alimentación diaria.

Impacto en los hogares mexicanos
Durante la temporada de Cuaresma, muchas familias mexicanas suelen reducir su consumo de carne por razones religiosas. Sin embargo, este año, la causa principal del descenso en el consumo parece estar más relacionada con la economía que con la tradición.
La presión que ejercen los altos precios sobre los hogares ha cambiado hábitos alimenticios. Para muchas personas, comer carne de res ha pasado de ser una costumbre frecuente a convertirse en un lujo ocasional.
En tiendas de autoservicio, carnicerías de barrio y mercados locales, los consumidores optan cada vez más por porciones pequeñas o sustituyen la carne por otros productos proteicos. Esta tendencia no solo refleja un cambio en la dieta, sino también una señal clara del impacto de la inflación alimentaria en la vida cotidiana.
Ganadería en números rojos
La baja en la producción nacional también obedece a factores estructurales que afectan al sector ganadero. Entre ellos destacan el aumento en los costos de alimentación para el ganado, la falta de agua en regiones productoras y la limitada rentabilidad para pequeños y medianos productores.
La incertidumbre en los mercados internacionales, agravada por decisiones políticas en Estados Unidos, ha desincentivado las inversiones en el campo mexicano. Esto genera un círculo vicioso: menos producción, precios más altos y menor consumo.

Perspectivas para el resto del año
Aunque algunos analistas estiman que los precios podrían estabilizarse en los próximos meses, no se espera una baja significativa en el corto plazo. La persistencia de la sequía y la situación internacional continúan siendo riesgos que afectan tanto la oferta como los precios finales.
En este contexto, los consumidores mexicanos seguirán ajustando sus decisiones de compra. El pollo y el cerdo, con precios más accesibles, podrían continuar ganando espacio en la dieta nacional, mientras que el consumo de carne de res se mantendría bajo, especialmente entre los hogares de ingresos medios y bajos.
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