Buen ombligo de semana. Esto es Bucle Quintana Roo.
Hace casi setenta años nació en Macuspana Tabasco un niño. Que conforme fue creciendo, crecía su aspiración a llegar a ser presidente de su país. Inicialmente en su estado natal, en donde su ímpetu no fue bien reconocido en su partido inicia el PRI, y tuvo que buscar mejor suerte.
La aspiración lo llevo a cofundar dos partidos políticos. Ser el jefe de la ciudad más importante de nuestro país, llegar a ser uno de los principales políticos de la era democrática de México, durante dieciocho años. Hasta que por fin llego a su meta, ser presidente.
Lo curioso, es que, al llegar a esa meta aspiracional, de su constante lucha por la democracia, de ir siempre cuesta arriba, de no descansar hasta en escribir cerca de dieciocho libros desde 1986 (de diagnóstico, critica enfoques políticos etcétera), ya como presidente, empezó a condenar todo aquello que el mismo fue y que el mismo hizo.
Lo primero fue condenar a quienes aspiran a más, para quienes lo siguen. Tal parecía que les dicto una encíclica que debía no solo cumplirse, sino condenar a quienes llegaran a aspirar a más. Cuando él mismo enarboló el que gracias a su indeclinable aspiración logró llegar a ser presidente de México.
Después condenó a quienes opinaran distinto a él. “O se está con la transformación o se está en contra de la transformación”, encarnando en el mismo la autodenominada cuarta trasformación. Es decir, todo aquel que piense u opine distinto será condenado y “excomulgado” del nuevo régimen.
Y en los últimos tiempos, el atacar a la misma institución electoral con la cual logró llegar a su máxima aspiración. Y que ahora, por no cumplir con las otras dos anteriormente descritas, se volvieron el enemigo a vencer.
La contradicción desde su inicio en el poder a sido una constante, el antes y el después contrastante. Hoy México está a prueba, o la historia nos enseñó a luchar y morir de pie, o hincarnos ante el poder y vivir a oscuras.
Nos vemos la siguiente semana.