El adiós a Mujica un símbolo de humildad
José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay y figura reconocida por su vida austera y su discurso anticonsumista, murió este martes a los 89 años. La noticia fue confirmada por el presidente actual, Yamandú Orsi, a través de un mensaje en su cuenta de X:
“Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, viejo querido”.

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El exmandatario había revelado en enero que el cáncer de esófago que le fue diagnosticado en 2024 se había extendido al hígado, y que su cuerpo ya no resistía más tratamientos.
“Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. El guerrero tiene derecho a su descanso”, expresó entonces al semanario Búsqueda.

A pesar de su delicado estado de salud, Mujica tuvo un papel activo en la campaña presidencial del Frente Amplio durante 2024, en la que apoyó de forma visible a Orsi, quien finalmente resultó electo presidente.
“Tiene algo de grato sabor, un poco como premio de despedida”, dijo entonces Mujica a la AFP tras la victoria del partido.
Una figura fuera de protocolo
Mujica fue conocido más allá de las fronteras de Uruguay, un país de 3,4 millones de habitantes enclavado entre Brasil y Argentina, por su forma poco convencional de ejercer el poder. Su discurso en la cumbre de la ONU Río+20, en 2012, en el que criticó duramente el consumismo y apeló a una vida más simple, dio la vuelta al mundo. Al año siguiente, en la Asamblea General de la ONU, fue más allá y acusó a la humanidad de haber reemplazado “a los dioses inmateriales” por “el dios mercado”.
Vivía en una pequeña chacra en las afueras de Montevideo y nunca se mudó a la residencia presidencial. Recibía allí a líderes políticos, artistas y periodistas, entre ellos al director de cine Emir Kusturica, quien quedó tan impactado con su historia que en 2018 estrenó un documental sobre su vida.
Lejos de los protocolos, Mujica hablaba sin filtros. Fue famoso por sus respuestas directas a la prensa, sus frases coloquiales —como el recordado “no sea nabo”— y sus críticas inesperadas, como cuando insultó a la FIFA en 2014 o cuando, sin saber que el micrófono estaba encendido, lanzó un comentario sobre Cristina Kirchner que causó revuelo internacional.

Una vida de lucha
Antes de ser presidente, Mujica fue guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) durante las décadas de 1960 y 1970. Fue detenido por las fuerzas militares y pasó 13 años en prisión, muchos de ellos en condiciones infrahumanas, aislado y torturado. Su liberación llegó en 1985 con el retorno de la democracia en Uruguay.
Desde entonces, se dedicó a la política institucional. Fundó el Movimiento de Participación Popular (MPP), que se convirtió en el sector más votado del Frente Amplio. Fue diputado, senador y ministro de Ganadería antes de asumir la presidencia en 2010.

Durante su mandato impulsó medidas que lo hicieron destacar en el panorama internacional. Legalizó la producción y venta estatal de marihuana, impulsó el matrimonio igualitario, y aceptó el traslado de presos desde Guantánamo, en acuerdo con el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Su visión política estaba anclada en la justicia social, la redistribución de la riqueza y la vida sencilla. Su discurso apuntaba a la ética del “ser” por sobre el “tener”, y aunque generó divisiones internas y externas, dejó huella en la política latinoamericana.
Un legado en tierra fértil
En 2020, a raíz de la pandemia, Mujica renunció a su banca en el Senado. Aun así, nunca se alejó del todo de la vida pública. Mantuvo sus opiniones vivas y activas, tanto en actos partidarios como en entrevistas y diálogos con jóvenes.
En su chacra, donde cultivaba la tierra y flores, pasó sus últimos años acompañado por su esposa Lucía Topolansky, también exguerrillera y figura política clave en Uruguay. “Haber encontrado a Lucía a la larga fue el mayor acierto”, confesó Mujica meses antes de morir. La consideraba su sostén y aliada fundamental para atravesar la vida política y personal.
Su muerte deja un vacío importante en la política uruguaya y un legado difícil de igualar: el de un líder que vivió como pensaba, y que supo construir una figura política influyente desde la humildad y la coherencia.
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