Después de pasar cuatro décadas en cautiverio, el tortugo Jorge, una tortuga cabezona (Caretta caretta), protagoniza una historia que parece sacada de una película: fue liberado en el Atlántico argentino y hoy, tan solo semanas después, nada libre, fuerte y sin detenerse rumbo a su hábitat natural.

Desde su liberación el pasado 11 de abril, Jorge ha recorrido más de 800 kilómetros por mar abierto, cruzó el Río de la Plata, pasó por Uruguay y ya llegó a las aguas de Brasil. Su travesía, monitoreada en tiempo real, emociona a biólogos, científicos y amantes de la vida marina.
Una salud que sorprende: fuerte, activo y con rumbo claro
Lejos de mostrar debilidad por sus años en cautiverio, Jorge ha demostrado que su instinto marino sigue intacto. De acuerdo con los registros del CONICET, su musculatura está en excelente estado, se alimenta correctamente, descansa con regularidad y se orienta sin dificultad.
“Es impresionante ver cómo se desenvuelve. Parece que hubiera estado en el mar toda su vida”, afirmó Mariela Dassis, investigadora del CONICET.

Un chip satelital, la clave para seguir sus pasos oceánicos
Antes de su liberación, Jorge fue equipado con un chip satelital de alta tecnología, implantado por especialistas del CONICET y el Museo Argentino de Ciencias Naturales. Este dispositivo, conectado al sistema Argos, permite conocer su ubicación exacta cada tres horas.
Gracias a esto, los expertos pueden estudiar cómo se alimenta, cuánto descansa y hacia dónde se dirige, datos valiosos para la conservación de su especie.
Cada vez más cerca de casa, y con buena salud
Jorge se encuentra ahora en aguas brasileñas, cada vez más cerca de la zona donde habita su especie. Aunque aún enfrenta peligros como la pesca industrial, su estado general es excelente, lo que renueva la esperanza en los programas de reintroducción de fauna marina.

Un símbolo de esperanza para la biodiversidad marina
Más que una tortuga, Jorge se ha convertido en un símbolo del poder de la naturaleza para recuperarse y adaptarse. Su caso marca un antes y un después en la protección de especies vulnerables y deja en claro que, con trabajo científico y compromiso, la vida puede volver a encontrar su camino.
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