Cambiar la hora del desayuno y la cena puede ayudar a bajar de peso. Como informa “El Mundo”, Jonathan Johnston y sus colegas de la Universidad de Surrey (Reino Unido) diseñaron un estudio con nueve adultos con peso estable y sin problemas médicos importantes.
La única pauta dietética que les dieron fue retrasar su desayuno una hora y media, y adelantar la hora de cenar otros 90 minutos durante más de dos meses. Una medida que en la jerga se conoce como restricción de horarios de alimentación (TRF por sus siglas en inglés). Por lo demás, podían comer lo que quisieran.
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En comparación con sujetos control que comieron lo mismo sin limitaciones horarias, los individuos sometidos a TRF perdieron peso, redujeron grasa y rebajaron el consumo calórico. Con un efecto secundario importante: le paraban los pies a la obesidad, la diabetes y otros problemas metabólicos.
Sobre los efectos de restringir la ingesta de alimentos a ciertas horas al día también hay algunos estudios interesantes en ratones. Otro experimento realizado desde el Instituto de Estudios Biológicos Salk revela que, consumiendo una dieta rica en grasas pero sólo en una ventana de 10 horas diarias (y ayunando las 14 restantes), los roedores evitan la obesidad, su hígado se mantenía más saludable, sorteaban la diabetes y el colesterol y los niveles de inflamación en su cuerpo reducían.
Los investigadores del Instituto Salk manejaban ventanas de 14:10 (14 horas de ayuno, 10 horas de ingesta) y 15:9. Pero los científicos barajan otras combinaciones. Por ejemplo, una dieta 16:8 (16 horas de ayuno y 8 para comer libremente) reduce los problemas cardiovasculares y la tensión arterial en ambos sexos, así como la incidencia de cáncer de mama en las féminas. Con menos cáncer y menos cardiopatías, la esperanza de vida se alarga. Fuente: Diario de Yucatán