Celebración ancestral que renueva nuestra conexión con la naturaleza
Hoy, 1 de agosto, el calendario marca una de las festividades más importantes y significativas del mundo andino: el Día de la Pachamama.
Esta conmemoración ancestral, que honra a la Madre Tierra, es un profundo acto de agradecimiento por la fertilidad, la vida y la abundancia que nos provee.
Más que una simple celebración, es un recordatorio de la conexión inquebrantable entre el ser humano y la naturaleza, y un llamado a la armonía con el entorno que nos sustenta.
Contenido

¿Qué es la Pachamama?
El término “Pachamama” proviene de la lengua quechua, donde “Pacha” significa universo, cosmos, tiempo y espacio, mientras que “Mama” es madre.


En esencia, la Pachamama es la deidad de la Tierra, una figura protectora y dadora de vida que ha sido venerada por las culturas andinas durante miles de años.
Es la fuerza que permite la vida, la que recibe las semillas y las convierte en alimento, y a la que se le pide permiso para construir, sembrar o cosechar. La celebración de agosto se considera el momento en que la Tierra está más receptiva, después de la época de sequía, lista para ser alimentada y honrada.

La Celebración en el Mundo Andino
Los rituales del Día de la Pachamama son un testimonio vivo de la tradición. La ceremonia central es la “corpachada” o “despacho“, un ritual de ofrenda a la Madre Tierra. Para ello, se cava un pozo en la tierra, que simboliza su “boca“, y en él se depositan alimentos cocinados, semillas, bebidas como la chicha de jora o el vino, hojas de coca, cigarrillos e incluso fetos de llama.




Cada elemento tiene un significado, y la ofrenda es una forma de devolver a la Tierra un poco de lo mucho que nos ha dado.




El ritual se acompaña de rezos, cantos y bailes tradicionales. Al finalizar, la ofrenda se entierra, sellando así el pacto de reciprocidad.
Aunque esta tradición es más visible en países como Argentina, Bolivia, Perú y Ecuador, su mensaje de respeto por la naturaleza ha trascendido fronteras.
La Celebración en México
Aunque el Día de la Pachamama no es una festividad originaria de México, la devoción por la Madre Tierra es un sentimiento profundamente arraigado en las culturas indígenas del país. La veneración a la Tierra, bajo distintos nombres y con ceremonias específicas, ha sido parte fundamental de la cosmovisión mexicana desde tiempos prehispánicos.

Un ejemplo emblemático es la veneración a Tonantzin, la “madre de los dioses” en la cultura mexica, asociada a la fertilidad y la agricultura. Con la llegada de los españoles, el culto a Tonantzin se sincretizó con la figura de la Virgen de Guadalupe, cuyo santuario se erigió sobre el antiguo templo dedicado a la diosa en el cerro del Tepeyac.

Hoy en día, las comunidades indígenas mexicanas mantienen sus propias ceremonias, muchas de ellas ligadas a los ciclos agrícolas. Se realizan rituales de agradecimiento y ofrendas a la Tierra antes de cada siembra o cosecha. En el ámbito urbano, cada vez más personas adoptan rituales sencillos para honrar a la Madre Tierra, como enterrar flores o frutos en sus jardines, como un gesto de agradecimiento y conexión con la naturaleza.
Un Mensaje de Relevancia Global
El Día de la Pachamama adquiere una relevancia particular en el contexto actual de crisis climática. Esta tradición ancestral nos invita a reflexionar sobre la urgencia de vivir en armonía con nuestro entorno.
El ritual de agradecer a la Tierra por sus frutos se convierte en una lección de humildad y respeto, recordándonos que nuestra salud y bienestar están directamente ligados a la salud del planeta.
A través de este festejo, una tradición milenaria se adapta para llevar un mensaje de esperanza y concienciación, demostrando que el respeto por la naturaleza es un valor universal que nos une a todos.







