Eloisa Campos Castillo cuando tenía 52 años volvió a ponerse una falda ceñida y corta, se puso unos tacones altos, se maquilló con rubor las mejillas y se adentró con miedo a un prostíbulo donde, sospechaba, el narco tenía a su hijo.
En 2014, el hijo de Eloisa, Randy Jesús Mendoza Campos, de 22 años, desapareció luego de asistir a su trabajo en una óptica de Orizaba, una ciudad de 120 mil habitantes en la zona centro de Veracruz.
Cuando era momento de ir al prostíbulo, Eloisa se paró frente a un espejo y tomó una decisión desesperada.
“Me puse una falda un poco corta, me calcé unos zapatos, me pinté de más y me metí al bar, que era una cantina de mala muerte”
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“Yo, en ese momento, me decía tontamente: si hablo fuerte, mi hijo me va a escuchar y él va a gritar: ‘¡Mamá, aquí estoy! ¡Ayúdame, por favor! ¡Ayúdame!’”, dice Eloisa, por cuyas mejillas comienza a resbalar un caudal de lágrimas.
“Claro… ahora lo pienso y digo… híjole, fue la desesperación lo que me llevó a hacer algo tan arriesgado. Porque, imagínate, ¿qué hubiera pasado si mi hijo hubiera estado ahí? —se pregunta—. Ni modo que él me gritara, y entonces yo entrara a la fuerza y me lo llevara de la mano en un antro lleno de narcos, ¿verdad?”.
Finalmente, al no conseguir pistas de su hijo, Eloisa se dio cuenta que era tiempo de cambiar de estrategia; dejar atrás los disfraces. Y el 14 de agosto de 2015, siete meses después de la desaparición de Randy, decidió asistir a una marcha que convocó el Colectivo Familias Desaparecidos Córdoba-Orizaba.
Con información de Animal Político.