Florinda Meza fue durante décadas una figura icónica en la televisión mexicana. Su personajes la Chimoltriufa y Doña Florinda son parte del imaginario colectivo de generaciones que crecimos con la vecindad de El Chavo del 8. Pero hoy, lejos de la nostalgia, su nombre se vuelve tendencia en redes sociales no por su trayectoria, sino por los ataques, burlas y violencia digital que ha desatado una serie televisiva.
Sin querer queriendo, la bioserie de Roberto Gómez Bolaños estrenada en Max, ha mostrado una versión dramatizada de su vida. Hasta ahí, todo podría parecer parte del juego de la ficción. Sin embargo, la forma en que se representa a Florinda Meza como una mujer prejuiciosa, manipuladora, interesada, incluso “ofrecida”, ha reactivado estereotipos de género profundamente arraigados. En lugar de debatir la veracidad o la intención de la narrativa, el juicio popular se ha volcado sobre ella como si se tratara de una villana real, y no de un personaje más en una producción escrita desde una sola perspectiva.

A esto se suma que varios programas de entretenimiento y espectáculos han reavivado entrevistas pasadas con María Antonieta de las Nieves (“La Chilindrina”) y Carlos Villagrán (“Kiko”), en las que hablan de Meza como una mujer que supuestamente manipulaba al elenco, hablaba mal de todos y generaba tensiones dentro del set.
Lo que en otro momento fueron anécdotas personales hoy son utilizadas como leña para alimentar un incendio mediático, donde la imagen de Florinda se reduce a una caricatura moralista sin posibilidad de defensa.

Lo preocupante es cómo esta narrativa ha dado pie a una ola de violencia simbólica y digital. Comentarios como “siempre fue una arribista”, “se metía con todos” o “manipuló a Chespirito para tener pantalla” no son sólo opiniones: son expresiones de odio que reviven la misoginia con una nueva narrativa disfrazada de entretenimiento.
Y más grave aún es el doble rasero con el que se la juzga. ¿Por qué nadie cuestiona a los hombres involucrados en estas relaciones? ¿Por qué sólo se habla de que ella “se metía con hombres casados”, pero nunca se responsabiliza a ellos por haberse involucrado con una compañera de trabajo? ¿Por qué cuando se trata de una mujer, la culpa es suya y la historia siempre la pinta como la seductora, la manipuladora, la que destruye familias?
Han pasado más de 40 años desde aquellos años setenta en los que Florinda Meza comenzó una relación con Roberto Gómez Bolaños. Casi medio siglo después, seguimos repitiendo el mismo patrón: juzgar a la mujer, señalarla como única responsable, convertirla en el centro de la culpa y el escarnio público, especialmente cuando hay un matrimonio de por medio.

Seguimos actuando como si las decisiones afectivas fueran unilaterales, como si los hombres no tuvieran voluntad ni responsabilidad. Y mientras ellos son absueltos por el tiempo, la costumbre o el cariño popular, a ellas se les arrastra, se les difama y se les condena una y otra vez.
Es momento de preguntarnos: ¿qué tanto hemos avanzado si seguimos usando las mismas piedras para lapidar a las mismas mujeres?
La historia no debe escribirse desde el prejuicio, ni la memoria desde la misoginia.
También te puede interesar: Infancia en alerta: Quintana Roo contra la trata
Sé el primero en comentar post