En medio de un entorno tropical y caluroso en el Caribe mexicano, ha surgido un inusual viñedo que está revolucionando el turismo enológico en Quintana Roo. Este viñedo, ganador del premio de “Innovación Turística”, ha llevado una nueva forma de turismo a una comunidad acostumbrada a la siembra de maíz y frijol. José Viveros Tadeo y su esposa Janey Aguilar Reyes, quienes se dedican a la actividad maderera en la comunidad de Noh-Bec en Felipe Carrillo Puerto, han logrado convertir su pequeño viñedo en un verdadero tesoro enológico.
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Viñedo atrae turistas
Todo comenzó cuando Janey adquirió una pequeña planta de uva con el propósito de usarla como enredadera para dar sombra a sus orquídeas. Nunca se imaginaron que esta planta daría frutos y que José tendría la audaz idea de introducir la producción de vino en una región maya donde nunca se había cultivado uva.
“No compramos la planta de uva con la intención de hacer vino, sino más bien como una forma de dar sombra a nuestras orquídeas”, recuerda Janey. Sin embargo, esta “loca idea” les llevó a ganar el segundo lugar en el premio de “Innovación Turística” del gobierno estatal, lo que les proporcionó la capacitación necesaria para convertir su proyecto en una empresa ecoturística de éxito.

Un proyecto impulsado por la pasión y la determinación
José vio en la pasión de su esposa por las plantas y su sueño de tener su propio vino la oportunidad perfecta para emprender un nuevo camino. Agrónomos de la Universidad de Chapingo y enólogos se acercaron para colaborar en la creación del primer vino de la zona maya.
El proyecto comenzó en 2019 con una prueba de media hectárea de terreno, plantando 100 vides para determinar si podrían dar frutos en esta región. A pesar de las voces escépticas que decían que no era posible cultivar uvas en Quintana Roo, el viñedo floreció y las primeras variedades de vino, como merlot, cabernet sauvignon y moscato, se convirtieron en una realidad.

La construcción del vivero y su impacto en la comunidad
La construcción del vivero generó mucha expectativa en la comunidad, especialmente entre aquellos acostumbrados a la siembra tradicional de maíz y frijol. La familia Viveros no estaba preparada para enfrentar la llegada masiva de turistas que deseaban visitar el viñedo, y menos aún para cobrar una tarifa por ello. Fue en este momento que el premio de “Innovación Turística” cambió el rumbo del proyecto y se enfocaron en posicionarlo como un emprendimiento ecoturístico y rural.
“No habíamos pensado dedicarnos al ecoturismo en su totalidad, ya que nuestra actividad principal era la madera, pero al recibir este premio nos dimos cuenta de la verdadera oportunidad que teníamos entre manos”, explicó José Viveros.
Con este nuevo enfoque, comenzaron a promocionar el proyecto y a ofrecer actividades adicionales para atraer a los turistas, como recorridos en bicicleta, avistamiento de aves y exploración de la fauna local en una laguna cercana.
Fuentes: Forbes
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